Las comunidades andinas no han sido ajenas a estas vivencias y posteriores reflexiones académicas propias de las ciencias sociales como la antropología y sociología principalmente. Al respecto, Juan van Kessel sostiene: “La reorganización política de los Andes estuvo normada unilateralmente por los intereses foráneos, no andinos, abandonándose el principio organizativo andino básico, la reciprocidad, e imponiéndose una relación asimétrica de dominación y explotación colonial.” (1996, 193 p.). El diccionario Akal de Etnología y Antropología (1996) define: “[…] el sincretismo es ya reconocido como un proceso contra-acumulativo que implica manipulación de mitos, préstamo de ritos, asociación de símbolos, inversión semántica a veces y reinterpretación del mensaje cristiano.” (Bonte, 1996, 675 p.)
Como estudiante de antropología me enseñaron que el sincretismo sintetizaba manifestaciones culturales de dos sociedades diferentes dando como resultado un intercambio cultural que contiene desigualdades, a partir de ahí se erige una nueva cultura. En este marco, desde la teoría, el sincretismo lo asocio a las relaciones de poder ya que es un concepto utilizado para explicar el contacto europeo y americano, la imposición de una cultura sobre otra, tiene una acepción política y carga valórica que implica tomar una postura al respecto. En este plano resulta sensible el concepto ya que puede unirse a un pasado, presente y futuro de historia familiar, el sincretismo se vuelve carne viva, tiene nombre, apellido y relatos que hemos oído desde la infancia a la actualidad. En mi caso me recuerdan mi ascendencia aymara por línea paterna y mapuche/española por línea materna, son vivencias de viajes, cambios de educación, lugar de residencia, negación de lengua por temor y disposición a una adaptación cultural por necesidades económicas, una búsqueda de mejores oportunidades de condiciones de vida. Aclarado esto, ¿que síntesis más específica y particular de lo que puede significar el sincretismo en nuestras vidas, y no como una categoría de análisis sino como experiencia de vida?
Celebración Pascua de Reyes. Costumbre “El Encuentro” del Baile Pastorcitos del Pueblo de Laonzana. Fotografía: Edmundo Javier Pozo Chimaja, sin fecha.-
“Para el día seis de enero aquí se hace la despedida, una ceremonia, costumbre muy bonita. Ese último día nosotros (los pastorcitos) nos juntábamos y los hombres nos veníamos por la chacra, las mujeres se venían por la calle. Eso se llama “hacer el encuentro”. Pasábamos por la chacra robando peras, membrillos, choclos, lo que encontráramos cualquier cosita, una florcita, porque durante toda esa fiesta se baila en pareja. Los dos primeros que van a la cabeza son los caporales, ellos son los jefes, la mujer y el hombre… y para atrás se van haciendo parejas de mujer y hombre, y durante todo ese tiempo bailan juntos, entonces uno tiene que llegar con un regalo para su pareja acá… el encuentro se hace en la parte baja de la barranca donde está el segundo molle, las mujeres bajaban por ese camino y nosotros aparecíamos por debajo y nos juntábamos en esa planicie y ahí hacíamos estos intercambios, de repente algunos salían pololeando… Después salíamos de ahí hasta llegar al Morro y bailábamos cueca nortina y cachimbo, también hacíamos el trote. Después nos íbamos a la iglesia, ya era lo último para hacer lo que es el desarme del nacimiento. También los carnavales se hacían aquí…” (Ciriaco Gómez Amaro, 58 años, 2010)