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Abrazando mi cultura

por | Cultura

Abel Martin Mamani Gomez, Luriri de Babdolas Aymaras, oriundo del pueblo de Villablanca perteneciente a Cariquima en la comuna de Colchane.

Las vueltas de la vida nos juntan;  ya que hace años atrás, los sikuris de Villablanca fueron invitados a la fiesta del Corpus Christi en el pueblo de Camiña, donde Abel era uno de los integrantes, junto a Rafael Mamai; con quien tuvimos una gran conversación donde tuve la oportunidad de aprender sobre el sustento de esta expresión tradicional cultural; son los caminos que nos llevan a seguir en esta ruta de la recuperación y puesta en valor de lo nuestro.

Luriri o lutier? Conceptos poco conocidos para mucho de nosotros; luriri, palabra aymara que no puede ir sola, ya que se pierde el sentido,  significa de aquel que hace o trabaja con las manos, por esa razón, Abel se define como Luriri de bandolas, es decir el que hace bandolas y luthier es aquel que construye instrumentos cuerdófonos, terminología que viene desde el viejo continente.

Abel se inicia como musico en las expresiones ancestrales de los sikuris, herencia de traspaso oral otorgado por su padre y abuelo;  dentro de ese caminar su inquietud lo lleva más allá y comienza a construir instrumentos con el objetivo de mejorar la sonoridad de estos, y así comienza con un primer modelo de bandola, solo con un plano mental soñando de como poder mejor los sonidos de su pueblo, comienza desde cero, solo con la experiencia de haber reparado algunos instrumentos, no existen patrones

establecidos de como poder construir las bandolas o qué tipo de madera es la mejor, solo el traspaso oral de los mayores , haciendo un reconocimiento a dos Luthiers iconos de la comuna de Colchane , quienes son sus referentes en los cuales se inspiró para realizar este trabajo, Donato Moscoso QEPD, y don Nemesio Moscoso  quien es tesoro  vivo cultural, tíos cercanos con quienes ha compartido en su vida con ellos, tocatas y carnavales, también autodidactas y que construyeron bandolas por más de 30 años , pero la veta directa esta desde su padre, bandolero, sikuris, lichiguayo, banda de bronces, orgullosamente lo llama el linaje de los músicos de la familia y también reconoce  el orgullo de su madre .

Abelgo, como lo llama la mayoría, cuenta que en su primer proyecto se demoró nueve meses, pero siguió practicando por 5 años para lograr lo que más o menos quería; en la actualidad trabaja con materiales reciclados como el pino Oregón de los desarmes, pero no se utiliza para el instrumento completo, solo para algunas partes de este, también utiliza el raulí de muebles antiguos, las cuales son combinadas con maderas nobles importadas.

En su investigación nuestro Luriri de bandolas ha identificado en la región solo a tres artesanos que construyen bandolas, un señor de apellido Mercado del pueblo de Huara, Alejandro Quispe de Mamiña y don Demesio de Parinacota; estos son los principales y más antiguos constructores y después los tíos Donato y Nemesio Moscoso

Pero la cultura para mantenerla y proyectarla, debemos conocer la historia, los orígenes y los relatos principalmente de nuestros mayores, pero también los interese personales, cosa que Abelgo ha sabido hacer con máxima dedicación, por lo tanto nos relata que los instrumentos cuerdófonos llegan con la colonia, los cuales entran por el caribe y al ir pasando por diferentes territorios de las Américas, van sufriendo modificaciones y cada comunidad lo adopta haciéndolos propios, por lo tanto encontramos a la bandola llanera venezolana, la bandola colombiana, la andina, la ecuatoriana y pasando por Perú, llega al norte de Chile,  pero su origen es el laud español,  esa es su familia de nacimiento, la llegada a nuestro norte se estima que fue cerca del 1850, pero al no existir registros escritos,  esta información se ha traspasado de forma oral, por lo tanto no hay exactitud en las fechas; el único registro que pudiese existir  es una fotografía de 1920 que tiene Abelgo, que fue rescatada en el pueblo de Huara, de un odeón conformado por 4 músicos con violín y tres músicos que tocaban bandolas más una batería.

Nuestra bandola tiene mucha similitud a la bandurria cuzqueña declara Abelgo, ya que en la época existía mucho movimiento entre los habitantes del sur del Perú y habitantes del norte de Chile.

Nos explica que las mamas o las mamitas, para enfatizar la identidad, en sus tejidos marcaban su sello local, familiar o personal , lo mismo ha pasado con los sikuris chilenos, peruanos o Bolivianos, cada uno marca sus  diferencias, timbres propios; por lo tanto el piensa que con la bandola paso lo mismo en cuanto a su estructura y en el momento de ser adoptado por las comunidades pasa a ser un instrumento sagrado para sus expresiones rituales de pagos a los mallkus , se incorpora al quehacer del aymara en siembras, cosechas, casamientos, pagos y licencias a los cerros tutelares,  floreo, etc., la bandola acompaña cada verso , ya que cada cosa tiene un tono y un verso , esas son forma de agradecimiento, también se incluye el primero de agosto, cuando se hacen chayas a la Pachamama.

La interpretación de los instrumentos está ligados a los siclos marcados por los tiempos de siembra y los tiempos de cosecha; durante la época de siembra se interpretan los instrumentos de cuerda durante la primavera hasta marzo, luego entran los instrumentos de vientos como los sikuris y los lichiguayos, durante el invierno y la tierra descansa.

Las bandas de bronces.  con las que se le identidad a nuestro norte en el resto del país, entran a las comunidades en la década del 40 con fines festivos, con una gran influencia boliviana; están más relacionadas a las fiestas patronales, ligadas a la iglesia católica; sin embargo nuestras cuerdas y nuestros vientos, suman a lo festivo el carácter ritual y ceremonial.

El canto como expresión del alma están ligados al rito y a las festividades, donde identificamos mas los falsetes de las mujeres, pero Abelgo nos aclara que es la dualidad quien interpreta, Chacha- Wuarmi, es decir Hombre – Mujer.

Uno de los grupos más relevantes de nuestra música tradicional es AGIL MALKUS compuesto por Máxima Mamani, sus hermanos y por supuesto nuestro entrevistado, la herencia del grupo viene por el lado del padre de los Mamani, cantante oficial de los carnavales, seres privilegiados, por que son muy pocos, por lo que se dice que si nacen con ese don o lo desarrollan con el tiempo, porque cantan todo el día y van improvisando, no existen letras definidas en estas fiestas, según por donde camine, van improvisando los versos.

Volviendo a la interpretación de la bandola nos explica que se manejan dos tipos de afinación, las que son identificadas como macho y hembra; los tonos de monte huaino, que son los floreados están en tonos hembras sin embargo los tonos de carnaval están en tonos machos, para entender en una forma más fácil, significa que los tonos hembras es mas grave y los tonos machos son mas agudos, estas formas de identificación son solo de oído, no existen notas musicales de respaldo , la trasmisión sigue siendo generacional y en forma oral.

En una época vivimos los riesgos de la perdida de este patrimonio, cuando los pobladores de los pueblos cordilleranos  bajaron a las quebradas o a la ciudad desligándose del terreno, formando familia y teniendo hijos no nacidos en su territorio, por lo tanto el lazo afectivo de esos jóvenes con su territorio no era el mismo, perdiéndose carnavales, en Cariquima el casicato; pero gracias a la persistencia de los abuelos quienes no abandonaron su tradición, comenzaron a levantar el carnaval y de ahí en adelante se ha seguido trabajando en el rescate, en una época los sikuris eran puros abuelos, pero en Villablanca un grupo de jóvenes preocupados de su cultura forman una nueva agrupación, donde Abelgo fue parte de ella, aprendiendo prácticamente a espaldas de los abuelos , por temor al rechazo de ellos, pero para un 30 de agosto, fiesta principal de su pueblo, después de la presentación de los abuelos, hace su aparición la nueva agrupación de jóvenes sikuris, para sorpresa de ellos tuvieron  la aprobación de los abuelos quienes comentaron, que ya podían morir tranquilos y que su tradición continuaría.

Unos de los desafíos de Abelgo y su grupo, es enseñar a las nuevas generaciones la tradición de los sikuris y recuperar la expresión musical de los lichiguayos de su pueblo.

Los cambios políticos, sociales, culturales y religiosos aportan cosas buenas y malas al desarrollo de las comunidades; es sabido que entre los años 70 y 80 la presencia de la iglesia evangélica puso en riesgo carnavales, fiestas patronales, ritos y ceremonias a través de su mensaje, totalmente opuesto a las expresiones tradicionales, a esta perdida se suma platería, vestimentas, instrumentos y muchos artículos más.

Quisiera que los jóvenes de las comunidades tuvieran mayor identidad con sus raíces y que no contaminen nuestra cultura con experiencias adquiridas en otros territorios y culturas.

En este renacer donde hemos asumido ser indígena, no como en las décadas de los 70 u 80, dada la situación política y social del país y de la discriminación social, era complejo asumirse como tal; pero,  el  cambio actual, de sentirse orgullosos y orgullosas  de ser indígenas, lo tenemos que enfrentar con respeto a las tradiciones a nuestros mayores, nuestros ancestros y por supuesto a la Pachamama.

Agradezco la crianza de mis padres que me enseñaron a respetar el linaje de mi familia y a sentirme orgulloso de ser aymara, lo que me ha hecho abrazar mi cultura.